EL NUMERO KAIFMAN

Oportunista, pero democrático blog, para hablar de esta novela sobre una conspiración ancestral que puede cambiar el destino de la humanidad... al menos según el tagline de la editorial.

martes, noviembre 28, 2006

DELETED SCENE: ATENTADO EN EL PARQUE ARAUCO




Esta era la versión original del capítulo de la bomba en el Parque Arauco. Fue cambiado por sugerencia de los lectores de la editorial, que opinaron que era demasiado largo y había un abuso de personajes que después no volvieron a aparecer. Acá se los dejo, como acto de curiosidad.
00:58:12
JUAN PABLO CADIZ buscó la mejor mesa, la más amplia y la que quedara más cerca de las cajas para evitar demoras, griteríos y desorden. Sus hijos se veían contentos y llenos de ganas. Pasaron todo el trayecto desde la casa al centro comercial hablando de cual combinación de combo iban a pedir. Coincidían en casi todo, menos en los postres. Los más chicos querían helado de vainilla, los mayores milk shake y de esos con salsas de chocolate, manjar o frambuesa que Juan Pablo Cádiz no tenía idea porque alguien había bautizado como sundays. Cada vez nos parecemos más a Miami, pensó, y los postres tienen mucha de esa culpa. Pero los chicos amaban el McDonald y eso era lo importante, sobre todo cuando tras la comida se viera frente al momento, lugar y la hora largamente demorada en que debía comunicarles que ese domingo iba a ser el último domingo de papá en casa. Que era lo mejor para todos, que siempre los iba a querer, pero que a veces así eran las cosas entre la gente grande. Rogaba porque lo entendieran, porque no lloraran, porque no pasaran de la alegría y los chistes al enojo. De saber la historia completa, los detalles que no era necesario recalcar, lo odiarían. Juan Pablo Cádiz, en el lugar de sus hijos, sobre todo en el de Rodrigo, el mayor, se odiaría.


00:37:01
DESTESTABA ser el único de la familia en hablar bien inglés. Papá siempre le pedía favores como éste. “Muéstrales Santiago a los hermanos americanos, sírvele de interprete a tu madre, hazlo todo en nombre de Dios”. Tener diecisiete años y ser hijo del pastor rector del Instituto Teológico de la Iglesia Bautista de Chile era un peso que a Cristián Greenhill cada día le molestaba más. Hiciera lo que hiciera siempre iba a ser diferente del resto de sus amigos. No era una cuestión de diferencias de fe y religión, sino de un deber moral que no le correspondía. Los gringos llevaban una semana alojando en el Instituto. Vinieron a ofrecer cursos a pastores y a reunirse con unos curas católicos y líderes religiosos judíos. Una situación inusual de la que ni siquiera su padre entendía mucho. Largas sesiones que se extendían pasada la medianoche, mucha puerta cerrada, demasiado secreto de pasillo. Desde que tenía memoria se recordaba rodeado de pastores y reverendos de todas las congregaciones de la hermandad evangélica, pero nunca antes había visto que se les unieran sacerdotes católicos y miembros de la comunidad hebrea. Pasaba algo importante, de eso no había duda. Algo que hiciera lo que hiciera, preguntara como preguntara, su padre no iba a contarle. No porque no quisiera, sino porque, estaba seguro, tampoco él sabía mucho. De alguna forma la familia Greenhill Avendaño se había limitado a prestar las instalaciones y ser invisibles anfitriones: no más, no menos. Era obvio, pensaba el chico, y además inteligente. Si importantes miembros de grupos religiosos cristianos y judíos se citaban en una reunión secreta, lo mejor era pasar desapercibidos. Y que mejor que las humildes instalaciones de una academia formadora de pastores en el corazón de Providencia. Los gringos querían conocer Santiago. Aprovechar su último domingo en la ciudad para hacer compras y recorrer algunos sitios claves de la capital. Su madre los había invitado. Rubén, el ayudante de la cátedra de teología de su padre, les aconsejó empezar el tour almorzando y comprando en el Parque Arauco, “es como estar en Miami”, les dijo, “se van a sentir como en casa”.



00:30:54
CUANDO PAULINA llegó con el par de sandwichs y los jugos de frambuesa, su mejor amiga seguía revisando las bolsas con las compras. Todavía no la convencía el chaleco naranja, a pesar del notorio descuento por la liquidación fuera de temporada.
-Córtala con eso-, le dijo Paulina.
-Todavía no sé, parece que la cagué al comprarlo.
-Estaba barato.
-Y que importa si no voy a usarlo.
-Regálaselo a tu hermana, gansa.
-Y qué me ha regalado ella.
Ambas tenían 20 años, se conocían del colegio y estudiaban juntas en una universidad del barrio alto. El martes tenían el examen final del ramo más difícil del segundo año de la carrera.
-¿Has estudiado?-, le preguntó Paulina.
-Nada, además para qué. Tendría que sacarme un ocho para salvar el ramo, ya lo di por perdido. Prefiero estudiar para lo del viernes.
-Tan mal te fue en la última prueba
-La vieja culeada me puso un uno, puedes creerlo un uno…
-¿Le dijiste a tus viejos?
-Estás enferma, quiero irme a México con el Matías el verano. Está rico el jugo.
-Son súper buenos los de ese local, es de lo poco que no engorda que puedes comprar acá.
-¿Por qué comimos aquí?
-Tu lo propusiste.
-Como que la cagamos, debimos ir para la casa, la Erma nos habría preparado algo rico.
-¿Y al final qué vas a hacer con el chaleco?-, preguntó Paulina.
-No sé, de repente se lo regalo a mi hermana,



00:29:34
“DISCULPE”, DIJO el sujeto alto y de ojos azules, tocándole el hombro a alguien de la mesa continua-, puede cuidarme la mochila mientras…
-Sorry-, le respondió el otro con timidez, -i don´t speak spanish…
-Ok…-, se excusó él.
-¿Señor?-, interrumpió la mujer que estaba junto al señor que no hablaba español. –el caballero es extranjero, tal vez yo pueda ayudarle.
El hombre alto y de ojos azules miró a la señora, a la niña que estaba junto a ella y al par de tipos, con evidente cara de gringos que observaban la situación.
-No es nada-, le dijo, -si puede cuidarme la mochila mientras yo voy a buscar algo que comer.
-Claro-, le respondió la mujer. –No se preocupe, nosotros le echamos una mirada. Déjela ahí.


00:12:30
“¿QUÉ COMEMOS?”, le preguntó Alejandro.
-No sé cualquier cosa, hamburguesas con papás, lo típico-, respondió David..
-Si, ¿pero McDonald o Burger?
-Da lo mismo.
-No da lo mismo, las preparan distinto. Las papas del McDonald son mejores, pero en hamburguesas el Burger gana.
-Compra una y uno entonces.
-¿Cómo voy a comprar una y una. No se puede?
-No seai huevón. Compra un combo en el McDonald y otro en el Burger, a mi me da lo mismo. Te comes las papas de uno y la hamburguesa del otro. No hay drama.
-Entonces compra tu en el Burger y yo en el McDonald, para que sea rápido. Estoy cagado de hambre.
-Enseguida, es que estoy leyendo algo interesante-, dijo David, doblando el diario sobre una de las mesitas.
Alejandro y David eran compañeros de universidad. Estudiaban derecho en la Universidad Católica y todos los domingos jugaban fútbol en una liga de Vitacura. El ritual era sagrado. Fútbol, diario, hamburguesas en el Parque Arauco y dar una vuelta. Comprar algo en la Feria del Disco tal vez. En el auto, Alejandro insistió en que acababa de salir el último de REM. David estaba seguro de que apenas terminaran de comer lo iba a obligar a ir a ver si era cierto. El prefería acabar la tarde dominical en el cine, ojalá hubiese algo bueno. Nada para pensar mucho, sólo acción.
-Apura-, insistió Alejandro-. Me recago de hambre.
-Espera huevón, no seai cabrochico. Mira, escucha, puede interesarte, -y leyó del diario: -Encuentran restos del mayor dirigible alemán de la Segunda Guerra Mundial, el hallazgo se hizo en la Antártica , al sur de Nueva Zelanda.
-Sigue.
-El rompehielos nuclear ruso Ural, descubrió el jueves pasado los restos del Fallersleben sepultados en un glacial antártico en la tierra del Wilkes, en el mar de Ross, al sur de Nueva Zelanda. La expedición científica del navío de la ex Unión Soviética se encontró frente al inesperado hallazgo mientras instalaban medidores climáticos en la zona. Con 265 metros de largo, el LZ-133 Fallersleben fue el último y mayor de los dirigibles rígidos construidos por Alemania en los primeros años de la Segunda Guerra Mundial. El descubrimiento confirmaría la teoría de que la nave se perdió en una expedición antártica en 1943. Peritos e investigadores de las marinas inglesas y norteamericanas se encargaran de la recuperación de los restos-, terminó de leer. –¿Sabías algo de esto?
-Nada…
-¿Qué no te gustan estas huevadas?
-Si, pero no tenía idea. Igual los nazis tenían cualquier cantidad de máquinas voladoras extrañas y a Hitler le obsesionaba la Antártica. Pásame el diario.
-Toma. -Putah, no hay fotos.
-Solo la del buque ruso.



00:02:05
CARMEN DOMINABA cada parte del diálogo a la perfección. Jamás cambiaba una sola palabra. Llevaba haciéndolo cuatro años y aunque en un principio juró que el trabajo iba a ser temporal, terminó acostumbrándose y encontrando que no tenía nada de malo. Es verdad, el olor de la fritura era difícil de quitar, pero era un costo razonable. Además no se trataba de una labor especialmente agotadora y el sueldo, aunque bajo, le permitía vivir más o menos tranquila. Y si con eso no bastaba, la empresa le tenía cariño, tanto que había sido nombrada empleada del mes en cinco ocasiones, dos de ellas seguidas. Más que ninguno de sus compañeros. Lo único que Carmen odiaba era los turnos dominicales. El mall estaba repleto, abundaban los niños insoportables, la gente indecisa y todo terminaba tarde. Al menos, pensó, tenía el lunes completo para descasar y recuperar fuerzas.
-Buenas tardes, que desea-, le sonrió al cliente. Un tipo gordo y calvo con una horrorosa camiseta de equipo de fútbol europeo.
-¿Qué trae el combo dos?
-Hamburguesa doble con queso, papas y bebida-, respondió ella, preguntándose porque había gente que nunca veía las fotos de las promociones, ordenadas con cuidado sobre las cajas.
-¿Las papas y las bebidas son grandes?
-No, pero se pueden agrandar.
-Deme eso, combo 2 agrandado. ¿Tiene aritos de cebolla?
-Si, chico, mediano o grande.
-Mediano. ¿Cuánto es?
-Dos mil cuatrocientos noventa y nueve
-Tome.
Carmen se pagó y marcó el pedido en la caja.
-¿Puedo deberle el peso?
-Claro-, dijo el hombre y se corrió hacia el mesón a esperar su pedido.
-¿Qué va a querer?-, le preguntó Carmen a la señora que acababa de ubicarse tras la caja.




00:00:30
CRISTIAN GREENHILL regreso con la última bandeja del almuerzo. Su madre iba en la mitad de su ensalada, su hermana ya había terminado las papas y ahora quería un helado. Se fijó en que los pastores gringos apenas habían tocado sus pizzas. Quiso preguntarles si estaban malas, pero se arrepintió. Como decía su abuelo, a veces había que dejar las cosas paradas en el más sano de los equilibrios.
-Uff-, dijo mirando a la mesa continua, -tremenda mochila. A alguien se le quedó el ropero entero.
-No-, le respondió su madre-, es de un caballero que nos la encargó mientras iba a comprar su almuerzo. Pero como que se ha demorado-. Dio una rápida mirada a los locales. –Que raro no lo veo por ninguna parte.



00:00:11
“¿QUÉ FUE ESO?”, dijo Rodrigo Cádiz, el hijo mayor de Juan Pablo Cádiz mientras terminaba de comer su cuarto de libra con queso.
-¿Qué fue qué?-, le preguntó su padre limpiándole la boca al menor de sus hijos.
-Nada, escuché un pito.
-No debió ser nada-, respondió Juan Pablo, pensando en la conversación que debían tener todos después del almuerzo.


00:00:01
HACIA RATO QUE CARRASCO, uno de los guardias de seguridad del mall, se había percatado de la mochila abandonada. En un principio pensó que era de alguien de una mesa cercana, pero ahora estaba seguro que la habían dejado. Era el octavo objeto perdido en lo que iba del día, también el más grande. Fue hasta la mesa y preguntó a los cercanos si era de alguno de ellos, todos negaron.
-Un caballero la dejó mientras iba a comprar almuerzo-, le dijo un muchacho sentado al lado.
-Pero parece que se olvidó de volver a buscarla-, completó la señora junto a él.
Carrasco agradeció la información con una sonrisa.
-Si aparece díganle que la tengo yo, aquí se la pueden robar. Voy a estar allí-, indicó una de las esquinas del lugar, cerca de un local de comida vegetariana.
-Claro.
Pero Carrasco no alcanzó a levantarla…

viernes, noviembre 24, 2006

DELETE SCENE: INSIDE ESSEX


“¡DIMITRI GUREVICH corrió a través de los estrechos pasillos del casco del USS Essex, siguiendo como podía el trote de los oficiales de la Policia Militar. Tras ellos, un par de curas y otros agentes de seguridad se agolpaban. Bajaron por una estrecha escalera hasta al hospital del buque, que ocupaban un ala completa de una de las cubiertas de la superestructura del puente. Un médico los detuvo en la entrada. Era calvo y usaba un mostacho recortado como soldado francés de la 1º Guerra Mundial..
-¿Cuando la encontraron?-, preguntó el agente ruso.
-¿Quién está a cargo?-, respondió el doctor con una pregunta.
Tras la pérdida de Case y debido a su experiencia, Gurevich se había convertido en la máxima autoridad civil de la operación. Sheldrake no podía ir hasta allá, además su presencia era más que nada simbólica.
-Yo-, respondió Dimitri, mirando a sus compañeros. Nadie se opuso.
-Venga conmigo.
.También me gustaría pasar-, dijo uno de los curas. Un Claretiano que respondía al nombre de Arismendi.
-Si el doctor autoriza-, añadió Gurevich.
-Pero sólo usted-, respondió el profesional y los hizo pasar a la sala de urgencias. El dúo de Policias Militares fue tras ellos. En las antípodas del resto de la nave, esta cubierta aparecía pintada con colores claros, priorizando los blancos y amarillos en tonalidades suaves.
-Acá está-, indicó el doctor. –Por orden del Capitán, hemos tratado de no alterar el estado como fue encontrada.
Los fuertes estabilizadores horizontales del barco, conseguían que el gran buque apenas se moviera sobre el agitado mar de los canales sureños. Dimitri y el Padre Arismendi ingresaron a la morgue del hospital del USS Essex, una habitación casi desnuda, en la que lo único que resaltaba era la camilla ubicada en mitad del cuadro. Sola y con un cuerpo cubierto por una sábana blanca.
El doctor esperó a que el ruso y el religioso se acercaran. Los miró a los ojos, como si se tratara de una escena previamente ensayada, y luego dejó al descubierto el pálido rostro de la hermana Giovanna Torrini, uno de los cinco embarcados en Valparaíso. Tenía los ojos negros, reventados, las venas de la cara hinchadas y dos hilos de sangre seca manchándole la mejilla izquierda. El primero le había brotado de la nariz, el otro de la boca. Dimitri pensó que en que se parecía a esos espectros vampíricos en los cuales quedaban convertidas las víctimas de Drácula en las películas más clásicas del género. Se acordó especialmente de una: Las cicatrices de Drácula, sobre todo en la sombría voz del doblaje al ruso, ciertamente más aterradora que el hondo acento de Christopher Lee. El padre Arismendi se persigno y murmuró una oración. Gurevich, estuvo a punto de decirle que no lo hiciera, que Dios no estaba para esas cosas.
-Ignoramos que veneno usó, pero la destruyó por dentro.
Dimitri no respondió.
-Ahora quiero que mire esto.
El médico miró al religioso y por mera formalidad le pidió permiso. El Claretiano asintió. Desvistieron por completo el cadáver de la monja. En el vientre, bajo sus pequeños pechos, estaba marcada una frase en italiano. La dibujaron con un cuchillo muy afilado.
-La Familia no será detenida. El secreto será liberado-, tradujo el padre Arismendi-, Dios mío.
-Ya le dijo, Dios no tiene nada que ver en esto-, habló Dimitri.
-Ella misma se auto infirió las heridas antes de ingerir el veneno o lo que haya tomado.
-Doctor-, dijo Dimitri. –Hágame un favor. Inyéctele agua con sal y una medida de bicarbonato en la vena aorta.
-¿Qué está pidiéndome?
-Sólo hágalo. Y sin preguntas, por favor.



“NO FUE VENENO”, le indicó Dimitri Gurevich al Capitán Harriman y a su primer oficial. Robert L. Sheldrake escuchaba en silencio desde el otro lado de la mesa, igual que tres civiles invitados a la operación.
-Giovanna Torrini traía un hemoware en su sangre. Es una nueva tecnología-, explicó ante la atónita mirada del comandante de la nave. -Lo más parecido a un cyborg que se ha inventado. En palabras simples nanomaquinas que se inyectan al sistema circulatorio y usan la sangre como medio de transporte. Un hemoware puede llevar mucha información, entre ellas virus biomecánicos.
-Me está tomando…
-No señor. IBM y otras empresas llevan casi veinte años investigando en el área. Los hemoware son actualmente el método de intercambio y transmisión de información más seguro del planeta. También una de las armas biológicas más letales. Virus de computador que pueden hacerse biológicos, altamente tóxicos. Ya no se trata de organismos vivientes, sino derechamente de inteligencia artificial.
-¿Quién y cémo tiene acceso a esta clase de tecnología?-, interrogó en esta ocasión, el primer oficial del Essex.
-La Familia es una de las más avanzadas en esta área. Tienen por lo menos cuatro empresas de desarrollo trabajando como fachadas para el desarrollo de hemowares cada vez más avanzados.
-Y supongo-, habló el Capitán-, que el secreto de esta abominación, también tiene que ver con lo que sucede allá, debajo de ese maldito volcán.
-La tecnología de los hemowares, es uno de los puntos más interesantes descritos en los Números Ibn Al Da´ub.
-A veces todo es tan obvio, señor Gurevich.
-Se equivoca, Capitán-, habló Sheldrake, -en este caso las cosas no son tan obvias.
-Discúlpeme, Sheldrake, con todo el respeto que como ex oficial de la marina le debo, pero fueron ustedes, estos civiles-, indicó a Gurevich-, quienes subieron a bordo un agente de quien se supone son nuestros adversarios.
-Sus papeles y antecedentes venían abalados por el Vaticano-, completó otro de los civiles presentes.
-El Vaticano, por favor, no me hagan reír-, continuó el Capitán. –Todo esto, todo este maldito engaño, desde la recolección del dirigible alemán por su gente Gurevich, a estas prácticas falsas con la infantería chilena no son más que un enorme teatro de títeres planeado por el Vaticano y otras congregaciones religiosas muertas de miedo por lo que puede salir a través de ese volcán y otros agujeros. Nos han estado utilizando a todos.
-¿Y que quiere Capitán?-, le preguntó Gurevich.
-Para empezar, sacar a todos estos curas, monjas, pastores y rabinos de mi buque.
-Eso es imposible…
-Para seguir enviarlo a usted y a sus colegas civiles, también lejos del Essex.
-Eso es aún más imposible.
-Y me dicen que las cosas no son obvias.
-Le recuerdo Capitán-, pronunció Sheldrake-, que tanto usted como la tripulación y arsenal del Essex y sus naves escolta están al servicio de la operación High Jump II.
-Perfecto. ¿Señor Cosby?-, llamó a su primer oficial. –Me facilita las nuevas órdenes.
El segundo hombre al mando le pasó un sobre alargado, que hasta ese momento había llevado oculto en un bolsillo. Sheldrake miró a Gurevich quien ni siquiera se inmutó.
-Señor Sheldrake, hágame el favor de leer.
Sacó una hoja de papel doblada y la deslizó sobre la mesa, hasta las manos del viejo inválido. Este la tomó y leyó rápido.
-No puede ser.
-Algunos sucesos pueden cambiar el sentido de las cosas-, le respondió el Capitán. –A nadie le gusta perder material militar costoso, ustedes saben.

miércoles, noviembre 22, 2006

EGOMETRO: ENTREVISTA EN 123.CL



Las buenas ventas que ha logrado El Número Kaifman no sorprenden a su autor. “Sabía que era un libro súper riesgoso, porque se trató de trasladar al lenguaje y al territorio chileno un género que prácticamente no se hace acá, y que es muy incomprendido y mal mirado. Por lo mismo, tenía claro que quizás las críticas no serían del todo positivas. Pero sí sabía que las ventas serían buenas. Ha habido una buena campaña de marketing, con un sitio web y un blog. Además, el género del thriller intelectual está de moda”, comenta Francisco Ortega, quien ideó la historia después de que un amigo le contara sobre los tractores alemanes que llegaron a Chile en 1946.
- ¿Qué te atrajo de este género del thriller intelectual?
"La literatura chilena tiende a verse a sí misma como realista. Y si analizas, no es tan así. Hay muchas expresiones de novela fantástica. El Obsceno Pájaro de la Noche puede ser leída como una novela gótica. Tenemos una rica tradición de historietistas. Pacha Pulai, de Hugo Silva, que es directa inspiración de El Número Kaifman, es un libro que se recomienda como uno de los clásicos, y tiene estructura de best seller. Yo agarré todo eso, lo mezclé e intenté hacer algo replicando el fenómeno de libros como El Código Da Vinci o los de Javier Sierra en España. Material hay: tenemos una geografía súper rica, también un montón de mitos, que son absolutamente traducibles al lenguaje universal..."

Lee completa la entrevista aquí

martes, noviembre 14, 2006

DELETE SCENE: EL ATAQUE


Esta escena fuie cortada por que basicamente no me gustó como quedó y cada vez que la arreglé fue para peor. Al final opté porque el ataque quedara narrado en forma implícita en la novela. La foto que acompaña este post corresponde al avión que protagoniza la acción, el Lockheed F-35B en su versión de ataque a tierra AV-35.


05:00

LA ORDEN SE desplegó encriptada sobre el HUD de Sierra. El piloto activó la clave de lectura y abrió comunicación con Godzilla, piloto del otro AV-35 que volaba a su lado. El ataque se iniciaba en T menos diez. Su compañero hizo la seña del pulgar en alto, desde la carlinga de su cazabombardero. Sierra verifico en su monitor la trayectoria de vuelo y trazó la ruta del bombardeo, siguiendo un plan delineado por un satélite de defensa en órbita geoestacionaria a once kilómetros sobre sus cabezas. Diez años como piloto del Cuerpo de Marina y nunca había recibido orden semejante. Dejarse caer en picada a través del cráter de un volcán muerto para destruir las ruinas de un supuesto mundo subterráneo. Al menos tenía la seguridad de estar abordo de una de las naves más avanzadas del mundo. Revisó las armas, las bombas GBU de caída libre y guía láser, los misiles Maverick de ataque a tierra y los trazadores infrarrojos. Ajustó la palanca de mando y movió la tobera de empuje vectorial desviando el chorro de la nave para iniciar la picada. Frenos aerodinámicos fuera, sistema stealth en activo y compuerta de armas abierta. Sierra bajó la visera de su casco, conectó el sistema de supervivencia y oxígeno e inició la caída hacia el centro de la tierra. Vio como las nubes se abrían y los picos del volcán le daban la bienvenida. Luego la oscuridad, el túnel, un vuelo a oscuras con instrumentos… y entonces la luz.Entonces la luz.

05:05
Y ENTONCES llego el fuego. Paul Kaifman vio a Sarah Lieberman subir al jet privado y segundos después estallar en mil pedazos. Ni siquiera alcanzó a gritar. Dos siluetas negras, como halcones de metal, cruzaron sobre las preternaturales formas de la Ciudad de los Césares, trazando dos vuelos circulares, el segundo más rasante que el primero. Después comenzó la caída de los artefactos incendiarios. Las torres fueron reventadas en sus cimientos y se vinieron al suelo. Humo, tierra, fuego y hielo cubrieron el pálido telón de fondo. Leopoldo tomó del brazo a Paul y lo tironeó lo más lejos que pudo.
Las estelas de dos misiles aire tierra salieron de una de las sombras e impactaron en los aviones que esperaban en la improvisada loza de la ciudad. Otro par de bombas reventó el viejo hangar de los alemanes. Con horror, Leopoldo Domke vio como las alas volantes eran pulverizadas por naves que realmente venían del futuro. El futuro ya no existe, pensó, mientras llevaba a Paul hacia el borde del abismo.
-Tenemos que bajar- le dijo.
-¿Dónde vamos?
-No lo se, señor Kaifman. Solo sé que debemos seguir.
Paul fue hasta el borde del precipicio. Vio los aviones que giraban para volver a atacar y los reconoció como AV-35. Sonrió. El más avanzado de los cazas de ataque de la marina norteamericana, el primer supersónico de despegue y ataque vertical estaba en activo. Recordó su colección de aviones a escala. Cuando regresara a Santiago iba a buscar uno para armar

viernes, noviembre 10, 2006

MISION ULTRASECRETA. EL MISTERIOSO VIAJE DEL SUBMARINO U-23


El último plan de Hitler casi permitió que Japón recibiera más de 500 kilos de óxido de uranio, para una bomba atómica.

por Alberto Rojas


El 16 de mayo de 1945, los marinos que se encontraban en la base naval de Portsmouth, New Hampshire, fueron testigos de una imagen que se estaba volviendo frecuente. Un submarino alemán, escoltado por buques estadounidenses, ingresaba lentamente a sus instalaciones navales. No era el primer submarino al que la rendición de Alemania sorprendía en medio del Atlántico. De hecho, el U-805, el U-873 y el U-1228 habían llegado a la misma base días antes.

Pero este era diferente. El U-234 era un gigante de los mares, cuyas 240 toneladas de carga dejaron boquiabiertos a todos, al punto que su contenido fue declarado ultrasecreto: dos jets Messershmitt 262 desarmados, componentes para bombas V2, altos oficiales de la Luftwaffe, planos para otras armas de "alta tecnología" y... 560 kilos de óxido de uranio repartidos en 10 contenedores. Suficiente material radiactivo para construir dos rudimentarias bombas atómicas.

El U-234 (uno de los ocho de su clase) había comenzado su primer y último viaje desde su base en Kiel, a fines de marzo. A comienzos de abril arribó al puerto noruego de Kristiansand, donde recibió su carga y pasajeros, para luego zarpar el 15 de abril -un día antes de la ofensiva final soviética sobre Berlín-, bajo el mando del capitán Johann Heinrich Fehler, rumbo a Japón.

A bordo, la tripulación tenía claro su destino a partir de la presencia de dos oficiales japoneses que habían supervisado la carga de todo el equipo: el teniente comandante Hideo Tomonaga, especialista en diseño de submarinos y el teniente comandante Genzo Shoji, experto en aviones.
La navegación se desarrolló sin novedades, casi siempre bajo la superficie. Hasta que el 4 de mayo el U-234 interceptó fragmentos de transmisiones inglesas y estadounidenses que mencionaban al almirante Karl Dönitz como máximo comandante de las fuerzas alemanas, tras el suicidio de Adolf Hitler y la caída de Berlín. Todos pensaron que se trataba de un engaño.

El 10 de mayo el submarino emergió para poder recibir señales completas. Las órdenes provenientes del Alto Mando alemán confirmaban el fin de la guerra y ordenaban a todos los submarinos salir a la superficie y dirigirse al puerto aliado más cercano para rendirse.

A bordo hubo ásperos debates sobre qué hacer, pero el capitán Fehler decidió rendirse. Informados los oficiales japonesesse suicidaron.

El 14 de mayo dos destructores de EE.UU. interceptaron al U-234 y sus tripulantes fueron transferidos a bordo del USS Sutton. Entonces el sumergible quedó bajo control estadounidense y pusieron rumbo a Portsmouth.

La misión

Según el historiador Robert K. Wilcox, aunque la captura de este gigante generó gran expectación en la prensa local, el Departamento de Guerra de EE.UU. mantuvo la carga del U-234 en secreto, básicamente porque todos los documentos en el submarino confirmaban que el óxido de uranio estaba destinado al Ejército de Japón, y temían que esta información llegara al público.

Los oficiales alemanes fueron interrogados en Washington y revelaron su misión. Como la Alemania nazi había perdido sus instalaciones para enriquecer uranio -frente al avance de los Aliados- y carecía de los medios para construir una bomba atómica, Hitler había decidido entregar casi media tonelada de óxido de uranio a Japón, junto con toda la tecnología desarrollada por los nazis.

Una vez que el U-234 llegara a su destino, los científicos japoneses construirían una bomba atómica (incluso dos) para atacar la costa oeste de EE.UU. Precisamente para cumplir esta misión, Japón construyó dos enormes submarinos únicos en su tipo, de 120 metros de largo -los más grandes hasta entonces-, diseñados para operar como verdaderos "portaaviones submarinos", ya que cada uno de ellos tenía la capacidad de transportar hasta dos aviones capaces de despegar desde su cubierta, una vez en la superficie.

¿El plan? Que los "megasubmarinos" japoneses cruzaran el Pacífico sumergidos y emergieran frente a las costas estadounidenses, para que uno o más aviones lanzaran su mortal carga sobre la ciudad de San Francisco.

Para el profesor Joe Maiolo, investigador del Instituto de Estudios Bélicos del King's College de Londres, este plan refleja la total desesperación del régimen nazi, que estuvo dispuesto a ordenar una operación de esta envergadura, sabiendo que nada garantizaba que el U-234 llegara a Japón. "No creo que Hitler hubiese perdido tanto la noción de la realidad, al punto de creer que su plan le permitiría atacar a EE.UU. entre abril y mayo de 1945", cuando el avance ruso había sellado la derrota nazi.

Fuese un último acto desesperado de la Alemania nazi o un plan que Hitler realmente pensaba que tendría éxito, la decisión del capitán Fehler de rendirse impidió que se concretara. Porque si bien esos dispositivos japoneses habrían sido rudimentarios, eran capaces de generar un efecto muy semejante a lo que hoy se conoce como una "bomba sucia". Es decir, un dispositivo radiactivo que al detonar tiene un bajo poder destructivo, pero una alta capacidad para envenenar a la población y su entorno.

El U-234 navegó por última vez el 20 de noviembre de 1947, cuando fue remolcado 40 millas mar adentro desde Cape Cod, Massachussets, y hundido por un torpedo del USS Greenfish.


¿Y el óxido de uranio?

Cuando comenzó el estudio de la carga del U-234, los técnicos militares estadounidenses ordenaron que el segundo oficial del submarino, Kart Ernst Pfaff, estuviera a cargo de la apertura de los contenedores con óxido de uranio. Durante esta operación, a Pfaff le llamó la atención ver a un civil en las instalaciones militares secretas. Tiempo después Pfaff, en un centro de detención en Louisiana, leyendo las noticias, descubrió que ese hombre era el físico Robert Oppenheimer, director del laboratorio de Los Alamos, donde EE.UU. construyó su primera bomba atómica.

Al respecto, existe la versión de que el material radiactivo del U-234 fue utilizado en las dos bombas atómicas lanzadas por EE.UU. sobre Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Sin embargo, en realidad se habría requerido mucho más tiempo para procesar dicho material. Y lo más probable es que el óxido de uranio alemán haya sido utilizado en pruebas atómicas en el desierto de Nevada.

martes, noviembre 07, 2006

KAIFMAN POR FUGUET


En su blog literario. Thanks man.
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El Numero de Ortega

Pude demorarme menos pero he estado muy copado pero lo cierto es que la nueva novela de Pancho Ortega (la segunda es la desaparecida novela de culto, 60 Kilómetros, donde yo fui jurado x alla x el año 92, creo) la devoré cdo tuve esos pocos minutos. Viene de cerca, xq Ortega es Ortega y, además, el co-creador de del guión de SE ARRIENDA y, x lo tanto, amigo y aliado y cinéfilo.Pero igual... Lo curioso es que Ortega me ha abierto ventanas literarias y televisivas y me ha convencido de lo clave que son las novelas gráficas.

La novela de Pancho no es el tipo de novela que, supuestamente, me interesa ni menos aún escribiría. Pero de que funciona, funciona. Tiene una honestidad que casi conmueve porque la novela es lo que es (un bestseller a lo Da Vinci) y, sin embargo, a pesar de sí mismo, o porque la hizo Ortega y no otro, es mucho más.Vaya q está bien escrita, es decir, limpia, facil, al grano. Escena tras escena, como en el mejor de los thrillers. Partí leyéndola casi x compromiso, x amistad, y quedé gratamente sorprendido aunque, claro, al final, se le pasa la mano pero esa es la idea: la novela es sobre el fin del mundo o casi. Precioso ese minuto en que todo se detiene
Cada vez estoy más abierto a leer "lo no literario", captando la belleza de la basura, la fuerza de lo desechable, lo falso de lo importante. Como si eso fuera poco, leyendo la novela, me topé con PROPIEDADES FERNANDEZ, de, claro, el padre de Gastón Fernández y con un cameo del personaje de Fernanda Fernández, la prima de Gastón, que interpreta (muy bien, dicho sea de paso) Maite Pascal en SE ARRIENDA.

lunes, noviembre 06, 2006

TOP SECRET: EF-132


Bombardero estratégico de velocidad subsónica. El mayor transportador de bombas del Führer. Podía dar la vuelta al mundo sin reaprovisionarse de combustible. Poseía lanzadores de misiles V-1 desde bajo las alas.

viernes, noviembre 03, 2006

SABADO 4, PRESENTO LA S7PTIMA M


Se cayó Villouta y me llamaron para tomar su lugar en la presentación del libro de Francisca Solar. Ella me cae bien y su libro está muy bueno, así que feliz acepté. Además le debía una a Sasha, "the man" en Random House y cerebro detrás del web de Kaifman.

La cita es mañana sábado 4 a las 18:00 en la Sala Camilo Mori de la Estación Mapocho, en la Feria del Libro. App. Un poco antes estaré firmando en el stand de Planeta.

jueves, noviembre 02, 2006

DELETE SCENE: EL CAMEO DE 60 KM


Soy de los que cree que una de las gracias de narrar es crear universos. Que personajes de cuentos se crucen y aparezcan como partes de una continuidad común. De ahí lo de los personajes de Se Arrienda que coquetean en El Número Kaifman. No fueron los únicos. Wally, el anónimo narrador de 60 Kilómetros, mi primera novela, también se apareció por el relato, claro acá con su nombre real: Francisco Buchman, para los que lejeron ENK, el alumno ayudante de Paul en la universidad. El cameo lo "deletié" porque tengo planes mayores para Buchman -y para su amigo Colin Campbell- planes que se adelantan 10 años al futuro. Pero en fin, aca esta la breve escena de un cameo que casi fue.

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LAS INSTRUCCIONES del mozo del hotel fueron claras, en teoría no parecía difícil llegar a Victoria. El pueblo no estaba lejos y Paul tenía todo un día entero para llegar e iniciar la búsqueda de Leopoldo. Victoria, recordó y sonrió, a veces el mundo no sólo era muy chico, sino que tenía más vueltas que una oreja. Buscó un lugar en el lobby del hotel para sentarse y tomó su teléfono, presionó el número diez de la memoria. La señal marcó tono cuatro veces, hasta que contestó la voz de una mujer joven.
-Miranda-, saludó Paul, reconociéndola. Ella preguntó quien era. Paul respondió lo obvio y pidió hablar con Francisco Buchman, su alumno ayudante. Buchman se tardó nueve segundo en escucharse al otro lado de la señal.
-¡Paul!-, exclamó, tras los saludos iniciales -¿Dónde te metiste? Todo el mundo me ha preguntado por tí. Sepulvedad, de Paréntesis me ha hueviado todo el día.
-Estoy en tus tierras...
-¿Temuco?
-Cerca, tu tierra natal.
-¿Estás en Victoria?
-Casi, estoy saliendo para Victoria.
-Y que cresta estás haciendo allá.
Francisco Buchman tenía 28 años y aparte de ser su ayudante en las clases de la Universidad Católica, trabajaba de reportero y ayudante de despacho en Paréntesis, revista donde se habían conocido y eventualmente formado una amistad. Antes de llegar a Santiago a terminar Periodismo en la Católica, Buchman estudió un par de años sociología en la Universidad de la Frontera de Temuco. Diriamente viajaba en un bus los 60 kilómetros que separaban la universidad de la casa de sus padres, en Victoria. Un viaje tedioso, pero que Buchman había usado para escribir una novela breve que le dio sus quince minutos de fama tras ganar un pequeño concurso literario. 60 Kilómetros se llamaba el texto y hoy era difícil de encontrar, la tirada había sido limitada pero suficiente como para exponer a un anónimo adolescente victoriense a la presión santiaguina. Esa había sido la razón de que Francisco se mudara a la capital. Gracias a 60 Kilómetros, los mismos que Paul estaba a punto de recorrer en el mundo real, los caminos de Buchman y Kaifman finalmente se habían cruzado.
-Ayudando a una amiga.
-Sarah.
-Ella.
-Veo.
-Pancho, te llamaba para pedirte que estuvieses atento a tu celular. No conozco la zona y voy a necesitar un guía. ¿Por favor?
-Ningún problema. ¿Dónde estás ahora?
-En el lobby del Hotel de la Frontera, en Temuco.
-Perfecto. Ahora sal y camina...
-Hacia el norte, por Bulnes-, completó Paul-, unas cinco cuadras más me voy a encontrar con el terminal de Buses Bío Bío.
-Estás informado.
-He conocido gente, además me regalaste una copia de tu libro.
-Ojalá te sirva...