EL NUMERO KAIFMAN

Oportunista, pero democrático blog, para hablar de esta novela sobre una conspiración ancestral que puede cambiar el destino de la humanidad... al menos según el tagline de la editorial.

lunes, agosto 21, 2006

CAPITULO INEDITO

Este fragmento corresponde a un capítulo cortado del borrador original. Aunque no aportaba a la "acción" del relato, si explicitaba el quiebre entre la relación de PAUL con su hijo DANIEL.
“NO ME PUEDES HACER ESTO, no puedes ser tan maricón”, le gritó Daniel a través del teléfono, treinta minutos después de saber que su padre no iba a ayudarlo con las mensualidades del magíster en Atlanta.
-Lo siento-, Paul Kaifman trató de justificarse. Sarah, a metros suyo prefirió apartarse y avanzar hacia la salida del hotel.
-Eres lo peor, huevón.
-Daniel, más respeto, sigo siendo tu padre.
-Con que moral me hablas de respeto. ¿Y tu, viejo? Tengo que recordarte cuantos cumpleaños me dejaste esperando. No me pidas respeto ahora. Cuando más te necesitaba, me das una puñalada por atrás. Ándate a la chucha.
-Daniel, escúchame. Si pudiera ayudarte, lo haría. Pero es mucha plata-, mintió.
-A ti te sobra la plata. Ni siquiera sé en que las gastas. En correrte la paja seguro, porque no te atreves a pagarle a una puta…
-Hijo.
-¿Qué? ¿Dime que no es verdad? Putah la huevada, el Felipe me dijo que…
-No metas al esposo de tu madre…
-Por qué no, él ha sido mucho más padre para mi que tu. De partida me enseñó a ser hombre, contigo hubiera terminado todo maraco como el tío Samuel. Sabes, estoy harto de ti y del lado Kaifman de la familia. Judíos de mierda, cagados. Ojalá Hitler los hubiera hecho talco a todos.
-Daniel, te estas pasando.
-Y tu, huevón. Un padre no le da la espalda así a un hijo.
Paul se preguntó de quien habría sacado su hijo esa rabia tan explosiva. Una andanada de furia tras otra. Insultos gratuitos, sin anestesia. Cecilia no era así. El mucho menos.
-Daniel, parémosla por favor. No seas cabro chico. ¿Acaso no se te puede decir que no? ¿Te sentaste a ver de cuanto era la mensualidad? Tu madre y tu padrastro se juntaron conmigo a sacar cuentas. Jamás les dije que si. Ni idea que te habrá contado Felipe-, acentuó, -pero quedamos en que iba a revisar las posibilidades y buscar una solución. Y no la encontré.
-Huevón cagado.
-Cuida tus palabras. Te guste o no soy tu padre. Te estás comportando como un huevón-, recalcó, -malcriado. El magíster perfectamente puedes tomarlo cuando termines pregrado, con uno o dos años de trabajo. Ahorra, junta dinero, conoce el mundo real antes de largarte.
-No soy cagón como tu.
-Te equivocas, después de esta charla, me queda claro que eres mucho más cagón que yo. Y sabes que más, me cansé. Soy tu padre y es mi palabra final. Te guste o no. Si lo hago es porque te quiero. Que estés bien.
Y cerró el teléfono.
Sarah hojeaba una revista femenina en un kiosco. Se revolvió un poco el pero, para calmar los nervios y fue hasta ella. La foto de Nicole Kidman le sonrió desde la portada, asegurando que hacía tiempo había perdonado a Tom.
-¿Todo bien?-, le dijo ella, mirándolo con sus brillantes ojos cafés.
-Cosas de familia.
-Entiendo bastante de eso.
Con cariño, ella lo despeinó un poco más. “Así te queda mejor”, le susurró. Paul la tomó del cuello y le dio un delicado beso en los labios, mordiéndola despacio.
-A veces me sorprendes-, le dijo ella.
-A veces hasta yo me sorprendo.
Sarah lo abrazó con fuerza y le dio las gracias al oído. Por haberla escuchado y hacerla sentir que confiaba en ella. Caminaron. Temuco se sentía gélido. Ella subió el cuello de su chaqueta y arregló la de Paul. La vida como una comedia romántica.
-Daniel fue aceptado en un magíster de ingeniería en Atlanta-, comenzó a contarle.
-Excelente.
-Fue aceptado, pero no le dieron beca.
-Oh…
-Traté de hacer cuadrar mis números con los de su madre. Y no dieron por ningún lado, simplemente tuve que decirle que no. Decirle que no a un hijo-, repitió, -que se ha pasado la vida acusándote de ser un padre ausente es complejo.
Ella no respondió.
Cruzaron hacia el blanco edificio de la Intendencia Regional y continuaron por avenida Bulnes en dirección al cerro Ñielol.
-A propósito-, dijo Sarah. -¿No me has dicho donde me llevas?
-A Victoria. Vamos a tomar un bus.
Sarah detuvo su caminar.
-¿Qué estas tratando de hacer?
Paul también se paró.
-Quiero que hables con Leopoldo y el alemán.
-¡Paul!...
-Hablé con ellos temprano-, mintió, -nos están esperando.