EL NUMERO KAIFMAN

Oportunista, pero democrático blog, para hablar de esta novela sobre una conspiración ancestral que puede cambiar el destino de la humanidad... al menos según el tagline de la editorial.

viernes, noviembre 24, 2006

DELETE SCENE: INSIDE ESSEX


“¡DIMITRI GUREVICH corrió a través de los estrechos pasillos del casco del USS Essex, siguiendo como podía el trote de los oficiales de la Policia Militar. Tras ellos, un par de curas y otros agentes de seguridad se agolpaban. Bajaron por una estrecha escalera hasta al hospital del buque, que ocupaban un ala completa de una de las cubiertas de la superestructura del puente. Un médico los detuvo en la entrada. Era calvo y usaba un mostacho recortado como soldado francés de la 1º Guerra Mundial..
-¿Cuando la encontraron?-, preguntó el agente ruso.
-¿Quién está a cargo?-, respondió el doctor con una pregunta.
Tras la pérdida de Case y debido a su experiencia, Gurevich se había convertido en la máxima autoridad civil de la operación. Sheldrake no podía ir hasta allá, además su presencia era más que nada simbólica.
-Yo-, respondió Dimitri, mirando a sus compañeros. Nadie se opuso.
-Venga conmigo.
.También me gustaría pasar-, dijo uno de los curas. Un Claretiano que respondía al nombre de Arismendi.
-Si el doctor autoriza-, añadió Gurevich.
-Pero sólo usted-, respondió el profesional y los hizo pasar a la sala de urgencias. El dúo de Policias Militares fue tras ellos. En las antípodas del resto de la nave, esta cubierta aparecía pintada con colores claros, priorizando los blancos y amarillos en tonalidades suaves.
-Acá está-, indicó el doctor. –Por orden del Capitán, hemos tratado de no alterar el estado como fue encontrada.
Los fuertes estabilizadores horizontales del barco, conseguían que el gran buque apenas se moviera sobre el agitado mar de los canales sureños. Dimitri y el Padre Arismendi ingresaron a la morgue del hospital del USS Essex, una habitación casi desnuda, en la que lo único que resaltaba era la camilla ubicada en mitad del cuadro. Sola y con un cuerpo cubierto por una sábana blanca.
El doctor esperó a que el ruso y el religioso se acercaran. Los miró a los ojos, como si se tratara de una escena previamente ensayada, y luego dejó al descubierto el pálido rostro de la hermana Giovanna Torrini, uno de los cinco embarcados en Valparaíso. Tenía los ojos negros, reventados, las venas de la cara hinchadas y dos hilos de sangre seca manchándole la mejilla izquierda. El primero le había brotado de la nariz, el otro de la boca. Dimitri pensó que en que se parecía a esos espectros vampíricos en los cuales quedaban convertidas las víctimas de Drácula en las películas más clásicas del género. Se acordó especialmente de una: Las cicatrices de Drácula, sobre todo en la sombría voz del doblaje al ruso, ciertamente más aterradora que el hondo acento de Christopher Lee. El padre Arismendi se persigno y murmuró una oración. Gurevich, estuvo a punto de decirle que no lo hiciera, que Dios no estaba para esas cosas.
-Ignoramos que veneno usó, pero la destruyó por dentro.
Dimitri no respondió.
-Ahora quiero que mire esto.
El médico miró al religioso y por mera formalidad le pidió permiso. El Claretiano asintió. Desvistieron por completo el cadáver de la monja. En el vientre, bajo sus pequeños pechos, estaba marcada una frase en italiano. La dibujaron con un cuchillo muy afilado.
-La Familia no será detenida. El secreto será liberado-, tradujo el padre Arismendi-, Dios mío.
-Ya le dijo, Dios no tiene nada que ver en esto-, habló Dimitri.
-Ella misma se auto infirió las heridas antes de ingerir el veneno o lo que haya tomado.
-Doctor-, dijo Dimitri. –Hágame un favor. Inyéctele agua con sal y una medida de bicarbonato en la vena aorta.
-¿Qué está pidiéndome?
-Sólo hágalo. Y sin preguntas, por favor.



“NO FUE VENENO”, le indicó Dimitri Gurevich al Capitán Harriman y a su primer oficial. Robert L. Sheldrake escuchaba en silencio desde el otro lado de la mesa, igual que tres civiles invitados a la operación.
-Giovanna Torrini traía un hemoware en su sangre. Es una nueva tecnología-, explicó ante la atónita mirada del comandante de la nave. -Lo más parecido a un cyborg que se ha inventado. En palabras simples nanomaquinas que se inyectan al sistema circulatorio y usan la sangre como medio de transporte. Un hemoware puede llevar mucha información, entre ellas virus biomecánicos.
-Me está tomando…
-No señor. IBM y otras empresas llevan casi veinte años investigando en el área. Los hemoware son actualmente el método de intercambio y transmisión de información más seguro del planeta. También una de las armas biológicas más letales. Virus de computador que pueden hacerse biológicos, altamente tóxicos. Ya no se trata de organismos vivientes, sino derechamente de inteligencia artificial.
-¿Quién y cémo tiene acceso a esta clase de tecnología?-, interrogó en esta ocasión, el primer oficial del Essex.
-La Familia es una de las más avanzadas en esta área. Tienen por lo menos cuatro empresas de desarrollo trabajando como fachadas para el desarrollo de hemowares cada vez más avanzados.
-Y supongo-, habló el Capitán-, que el secreto de esta abominación, también tiene que ver con lo que sucede allá, debajo de ese maldito volcán.
-La tecnología de los hemowares, es uno de los puntos más interesantes descritos en los Números Ibn Al Da´ub.
-A veces todo es tan obvio, señor Gurevich.
-Se equivoca, Capitán-, habló Sheldrake, -en este caso las cosas no son tan obvias.
-Discúlpeme, Sheldrake, con todo el respeto que como ex oficial de la marina le debo, pero fueron ustedes, estos civiles-, indicó a Gurevich-, quienes subieron a bordo un agente de quien se supone son nuestros adversarios.
-Sus papeles y antecedentes venían abalados por el Vaticano-, completó otro de los civiles presentes.
-El Vaticano, por favor, no me hagan reír-, continuó el Capitán. –Todo esto, todo este maldito engaño, desde la recolección del dirigible alemán por su gente Gurevich, a estas prácticas falsas con la infantería chilena no son más que un enorme teatro de títeres planeado por el Vaticano y otras congregaciones religiosas muertas de miedo por lo que puede salir a través de ese volcán y otros agujeros. Nos han estado utilizando a todos.
-¿Y que quiere Capitán?-, le preguntó Gurevich.
-Para empezar, sacar a todos estos curas, monjas, pastores y rabinos de mi buque.
-Eso es imposible…
-Para seguir enviarlo a usted y a sus colegas civiles, también lejos del Essex.
-Eso es aún más imposible.
-Y me dicen que las cosas no son obvias.
-Le recuerdo Capitán-, pronunció Sheldrake-, que tanto usted como la tripulación y arsenal del Essex y sus naves escolta están al servicio de la operación High Jump II.
-Perfecto. ¿Señor Cosby?-, llamó a su primer oficial. –Me facilita las nuevas órdenes.
El segundo hombre al mando le pasó un sobre alargado, que hasta ese momento había llevado oculto en un bolsillo. Sheldrake miró a Gurevich quien ni siquiera se inmutó.
-Señor Sheldrake, hágame el favor de leer.
Sacó una hoja de papel doblada y la deslizó sobre la mesa, hasta las manos del viejo inválido. Este la tomó y leyó rápido.
-No puede ser.
-Algunos sucesos pueden cambiar el sentido de las cosas-, le respondió el Capitán. –A nadie le gusta perder material militar costoso, ustedes saben.

1 Comments:

  • At 8:46 a. m., Anonymous Anónimo said…

    Francisco, he pensado que tu idea de los " hemowares", una forma de nanotecnologia de ficción por el momento, tiene un parecido a algunos capítulos de " Los expedientes x". Puede ser? Un abrazo, Edgar

     

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