EL NUMERO KAIFMAN

Oportunista, pero democrático blog, para hablar de esta novela sobre una conspiración ancestral que puede cambiar el destino de la humanidad... al menos según el tagline de la editorial.

jueves, octubre 26, 2006

UN RESTAURANT... DELETE SCENE


Este capítulo era inmediatamente anterior al episodio en que Paul viaja a Temuco a buscar a Sarah. tras la llamada de Federico. Se "deleteó" porque mucha de la información era redundante y la historia paralela de los problemas familiares de Paul con la familia de su ex mujer, no aportaban mucho al avance de la historia. De hecho, la frenaban.
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CECILIA miró alrededor y preguntó si se podía fumar.
-Estamos en el área de fumadores, amor-, le contestó Felipe, su actual pareja.
-Le pregunto a Paul, a veces le molesta que fumen mientras come.
-Estamos en el área de fumadores-, repitió el primer marido de la mujer.
-Gracias.
-Esto está excelente, buena recomendación Paul-, dijo Felipe.
-La especialidad de la cocina del hotel es la carne.
-Hubiera preferido que nos juntáramos en otro lado-, dijo Cecilia encendiendo su cigarrillo.
-Yo los invité, este hotel es como mi casa. Ve la situación como si los hubiera invitado a comer a mi departamento.
-Donde nunca nos invitaste.
Paul Kaifman recordó la ultima conversación con su hijo, en ese mismo lugar. Daniel le había dicho que Felipe, su padrastro, el hombre de cabello corto y canoso que tenía enfrente, se había burlado de su sexualidad un par de veces. Tuvo ganas de decírselo, pero no hizo nada. No sabía como iba a reaccionar, ni si era la situación. Simplemente no se atrevió a decirlo. Lo miró de reojo, a través de la copa con agua y se mordió los labios. Se fijó que acariciaba la mano izquierda de Cecilia, como dejando en claro, de un modo muy sutil, que la mujer que estaba a su lado ahora le pertenecía. Que en el partido de fútbol de la vida, le había ganado no sólo por goleada, también a penales.
-A propósito, ¿cuándo vuelves a tu departamento?-, le preguntó Cecilia.
-No sé si vuelva.
-Pero lo estás arreglando.
-Me lo entregan el próximo lunes, de hecho, -faltaba semana y media.
-¿Entonces?
-No creo que Paul quiera volver a un lugar donde vivió una experiencia tan traumática-, respondió Felipe.
Paul afirmó.
-¿Y qué vas a hacer?
-Arrendarlo.
-¿Y tu?
-Estoy bien en el hotel.
-Ya estás viejo para vivir en un hotel.
-Cecilia-, volvió a reaccionar Felipe. Era cierto que el tipo era celoso. Tal vez su ex mujer ahora estuviera con él, pero ahora, en la actual situación el dueño de la pelota era Paul y esa era una ventaja demasiado divertida como para ignorar así como así. No sólo estaban en su hotel, sino que habían venido a pedirle su ayuda en cuestiones de plata. Paul Kaifman no sólo era dueño de la pelota, también de la cancha entera. La vida podía ser un larga canción, cantó alguna vez Jethro Tull, una de sus bandas fetiches, con todo lo que eso implicaba. Largos pasajes instrumentales, letras alegres y tristes, coros pegajosos e insoportables solos de guitarra y batería. ¿A quien le prestaría Aqualung. Hacía tres años que perdió ese disco?
-No sé que voy a hacer. Primero voy a arrendar el departamento, después buscaré algo, por mientras acá me tratan bien.
-Ves-, insistió Felipe.
-Veo-, torció Cecilia.
Paul levantó la mano y pidió una Coca Cola Light.
-¿Entonces?-, le dijo a la pareja.
Felipe miró a Cecilia, Cecilia miró a Felipe y luego a Paul. Reunión con dos maridos, su madre moriría de un infarto, pensó Paul, Samuel tomaría nota de la situación completa.
-Daniel ya te contó.
Lo había hecho a primera hora.
-En la mañana.
-¿Y?
-Que quieres que te diga, me parece increíble.
Daniel lo había llamado como a las diez. “Papá, ¿dónde estás?”, no recordaba la última vez que su hijo lo había llamado así: papá, a secas. “En clases, en la casa central de la Católica”. “¿A qué hora sales?”. “A las once y treinta”. “Perfecto, espérame en el patio central”.
“Tienes buenas alumnas”, fue lo primero que le dijo al aparecer por la universidad. Luego lo invitó una bebida. Daniel estaba postulando a una especialización en desarrollo de inteligencias artificiales al Instituto de Tecnología de Georgia en Atlanta, una especie de versión del MIT de bajo presupuesto. Hacía veinticuatro horas recibió un mail diciéndole que tenía aprobado un cupo especial, pero le había sido negada la beca completa. Le ofrecían media beca, lo suficiente para pagar la estadía, el resto, los costos correrían por su parte. Tenía dos días para confirmar. El 1 de enero debía de estar instalado en la capital del sur norteamericano. Después de los abrazos y felicitaciones, lo obvio. “Mamá y Felipe me ofrecieron ayudarme con la mitad, necesito que te pongas con el resto. O sea, si se puede”. A un hijo, no se lo podía decir que no. Al final del día estaba sentado en el restaurante de su hotel, sentado junto a su ex mujer y al actual marido de ella, discutiendo como iban a repartirse los costos de la educación de su primogénito.
-Entonces contamos contigo.
-Cecilia, yo le pago la universidad. Me extraña que lo digas.
Felipe miró a su actual pareja.
-Tienes que tomar en cuenta que nosotros también tenemos dos hijos más.
Paul miró a Felipe, éste lo ignoró.
-¿Quieres decirme que tu idea es que pague la totalidad de la mensualidad?
-Yo… nosotros…
-Cecilia. Adoro a Daniel, pero sólo no puedo… Estamos hablando de mucha plata. No soy millonario.
-Nosotros tampoco.
Cecilia miró a Felipe. El no movió la boca.
-¿Y que vamos a hacer?
-Dividirnos, me parece justo.
-Nosotros no podemos…
-Entonces hay que hablar con Daniel.
-Es la educación de tu hijo.
-Y no se la voy a cortar. Quizás hay modos de financiamiento de sus estudios más allá de la beca. La posibilidad de que trabaje para la universidad en forma paralela a sus estudios.
-Daniel nunca le ha trabajado a nadie, Paul.
-Tal vez es hora de que lo haga. Pone música, quizás de ahí logre sacar algo. Irse a estudiar afuera es una responsabilidad que empieza desde dentro. Y quizás Daniel deba empezar madurando…
-Tu ya le prometiste.
-Le prometi ayudarlo con mi parte.
-Nosotros…
Cecilia volvió a mirar Felipe, el nuevamente no dijo nada.
-…Nosotros-, repitió, -habíamos pensado que hablaras con tus padres. Daniel también es su nieto, quizás puedan hacerle un préstamo.
-Cecilia. En 22 años no han querido saber nada de Daniel. ¿Por qué querrían hacerlo ahora?
-Nosotros no podemos-, esta vez habló Felipe. –Quiero a Daniel como a mi propio hijo, pero esta fuera de nuestras posibilidades. Quizás…
-Tranquilo-, Paul bajó el tono de su voz-, fue un error impulsarlo tanto sin saber el contexto completo. Nos faltó sentarnos a hablar con él-, hizo un alto, dudando. Luego miró a su ex mujer y su actual esposo. –Los tres con Daniel.
Cecilia sonrió. Esa sonrisa era un premio.
Sarah Lieberman apareció en la puerta del comedor, saludó a uno de los mozos y le preguntó si había visto al señor Kaifman. “Claro”, le contestó. “Está en las mesas del fondo”. La mujer le dio las gracias y con la mirada siguió las instrucciones.
Efectivamente ahí estaba, sentado con una pareja de su misma edad. Aunque el hombre del grupo tal vez tuviera dos o tres años más. Reconoció a la mujer. Aparecía en las fotos que le habían pasado de Paul. Era su ex esposa, si mal no recordaba su nombre era Cecilia. Sarah tenía buena memoria. Se acomodó el cabello y fue hasta ellos.
-Paul-, saludó.
-Sarah-, saltó él, un poco sorprendido, un poco incómodo. Desde niño tenía el mismo problema, le constaba sentirse en paz frente a sus amigos y familiares cuando tenía que presentar a una chica. Sentía que todo el mundo le pedía explicaciones. Nunca era así. Bueno, salvo excepcionas, como ésta adivinó.
-Hola-, la saludó. Se puso de pie y la besó tímido en la mejilla.
-Sorry-, dijo ella. –Me olvidó de esta costumbre chilena. Es agradable eso si, harto…
Paul se ruborizó, algunas cosas jamás cambiaban como bien le había dicho Samuel.
-Hola-, saludó Sarah al resto.
Cecilia y Felipe la miraron y le respondieron el saludo.
-Ella es Sarah, Sarah Lieberman-, la presentó Paul-, ellos son Cecilia y Felipe.
-Hola-, repitió la recién llegada. –Cecilia, perfecto. Tu fuiste su esposa, cierto.
-Mhhh-, murmuró Cecilia, un poco incómoda.
-Lo siento-, agregó Sarah, -Sam hablaba siempre de ti.
-¿De dónde se conocen?-, preguntó Felipe, intentando romper el hielo.
-Era amiga de Samuel-, se apresuró Paul.
-Y ahora es amiga tuya-, dijo Cecilia.
Nadie respondió.
-Paul, disculpa-, habló Sarah, -podemos hablar un momento. Lo siento, en privado.
-Claro. Permiso-, se excusó.
-Adelante-, dijo Felipe. Cecilia ni siquiera los miró.
Paul Kaifman se levantó y caminó junto a Sarah Lieberman hacia el bar del restaurante del hotel. Felipe siguió todo el trayecto.
-Bonita-, comentó.
-Si, supongo-, respondió Cecilia-. Cortando un trozo de carne. –Y judía, ahora no tendrá problemas con la familia.
-Por favor.
-¿Qué? Yo estuve casada con él y la pase bien mal con el clan Kaifman. Los judíos se pasan la vida alegando con que los persiguen y los odian y son ellos los que parten odiando. Nadie me ha hecho sentir peor que los Kaifman. En esa familia Paul y Samuel eran anomalías.
-Parece que te afecta que tu ex, esté saliendo con alguien…
-No sé si estará saliendo con ella.
-Cecilia.
-¡¿Qué?! Te pusiste celoso, no seas huevón Felipe.
-Y cómo quieres que me ponga. Ves a tu ex con otra mujer y hierves de rabia.
-Tonto.
-No voy a decir nada más.
-Paul debería entender que no tenemos todo el tiempo del mundo.
-Cecilia.
-¿Qué?
-Nada.
-Insisto. No le costaría nada pedirle un prestamo a la familia. Los viejos Kaifman nunca han tomado en cuenta a Daniel. Y ya es hora no. Están forrados en plata. No les costaría nada ayudar un poco en la educación de su nieto.
-Y si no lo hacen, ¿qué vamos a hacer?
-No sé.
-Nosotros no podemos Cecilia. Amo a Daniel, pero no es mi hijo y tenemos dos pequeños que también tienen derecho a ser educados.
-No puedes correrte.
-No lo estoy haciendo.
-¿Y qué se te ocurre entonces? Y por favor se propositivo.
-Tal vez debideras ceder la custodia de Daniel. Paul es su padre y se la ha llevado bastante gratis estos últimos nueve años. Creo que debería asumir su paternidad y ocuparse él de ver si manda o no manda a Daniel a Estados Unidos.
-A veces puedes ser último.
-Todo lo contrario a Paul.
-No voy a contestar eso.
-Sólo soy realista, Cecilia.
-¿Qué onda esta mina?
-¿Qué mina?
-La tal Sarah. Que acaso no puede hablar delante de nosotros, me parece desubicada.
-Ponte en su lugar, hablarías con entera confianza delante de la ex de tu actual pareja.
-No sé si será la pareja de Paul.
-Se puso rojo cuando ella llegó.
-Paul Kaifman se pone rojo cuando su mamá le dice hola.
-Y estabas casada con él.
-Más que eso, Felipe. Estuve enamorada de él.
-…
-…
-¿Y ahora?
-No seas imbécil.
Paul regresó a la mesa. Cecilia noto que tenía una mirada extraña en los ojos, como si le hubiera sucedido algo que le fue imposible dilucidar. Antes de volver a su asiento, mordió sus labios nervioso y acomodó sus anteojos.
-¿Algún problema con tu novia?-, preguntó Cecilia.
-No es mi novia y no, no hay ningún problema.
-Es bonita-, agregó Felipe, Cecilia lo miró molesta.
-Si, no sé. Era amiga de Samuel, no alcanzó a llegar al funeral-, inventó Paul, -ahora esta tratando de ubicar a unos conocidos de mi primo. No sé, gente de Chicago.
-Y quiere tu ayuda.
-Exacto. Y para ser sincero, no tengo muchas ganas de ayudarla. Pero en fin-, respiró, -no estamos acá para hablar de Sarah Lieberman. ¿En qué estábamos?... Entonces quedamos con que nos repartiremos los gastos de Daniel.
Cecilia y Felipe, se miraron. Paul levantó la mano y pidio una nueva Coca Cola Light.
-¿Alguien quiere otra cosa?-, le preguntó a su ex mujer y su actual marido.