EL NUMERO KAIFMAN

Oportunista, pero democrático blog, para hablar de esta novela sobre una conspiración ancestral que puede cambiar el destino de la humanidad... al menos según el tagline de la editorial.

martes, octubre 10, 2006

DIJO RODRIGO PINTO (REV. EL SABADO)


EL NÚMERO KAIFMAN
Por donde se la mire, la novela de Francisco Ortega es un best seller como tantos que llegan a las librerías chilenas.

Francisco Ortega sorprendió en 1994 con una breve novela, 60 kilómetros, publicada cuando el autor apenas había cumplido los 20 años, una especie de road movie pero escrita en prosa, con libertad y sin apego a las convenciones. Debut precoz, sin duda, e interesante, pero con el futuro totalmente abierto. Ortega, como se ve con esta novela, persistió en el intento, pero en una dirección bastante menos transgresora.

El número Kaifman es, por donde se lo mire, un best seller al uso de tantos que llegan a las librerías chilenas, en el sentido de que es un libro que aspira, sobre todo, a entretener. Esa suerte de pie forzado impone sus normas. El estilo tiene que ser simple (lo es). La trama tiene que ser complicada (lo es), pero no enredada (sí lo es), con mucho elemento sorpresa (los tiene), un gancho fácil de aprehender desde las primeras páginas (no lo logra con tanta claridad), violencia (hay bastante), sexo (poco, pero hay), giros inesperados (los hay) y un finale maestoso a toda orquesta (la verdad es que desafina un poco). Y, más allá de ello, tiene que tener una coherencia interna que asegure la verosimilitud dentro del mundo propuesto por la fantasía. Y es aquí donde radican los mayores problemas de El número Kaifman. Quizá para romper la clásica dicotomía entre los malos y los buenos y darle así mayor riqueza a los personajes, hay tres bandos en pugna; el resultado es que da la impresión de que hay mucho conejo sacado del sombrero, algo así como que el tercer bando fue impuesto por la necesidad de tapar hoyos en la estructura.

Habrá quien le reproche que vuelva a poner en escena a los Illuminati, al Priorato de Sión y otras sociedades secretas, ya explotadas por Dan Brown. O que el libro parezca tomarse en serio los delirios de Miguel Serrano sobre las bases nazis en la Antártida. O que ecos no reconocidos de Lovecraft repiquen por aquí y allá. Si el conjunto fuera creíble y se sostuviera en una estructura poderosa, podría haber sumado también a Frankestein, Drácula y los hombres lobo; el problema es que no lo es.