EL NUMERO KAIFMAN

Oportunista, pero democrático blog, para hablar de esta novela sobre una conspiración ancestral que puede cambiar el destino de la humanidad... al menos según el tagline de la editorial.

martes, enero 09, 2007

DESPUES DEL NUMERO... ¿EL VERBO KAIFMAN? 2.0




PAUL KAIFMAN DESAPARECIO el mismo día en que el mundo entero se fue a oscuras. Dijeron que había muerto en un accidente automovilístico en el sur de Chile, después se supo que los cuerpos no correspondían ni al suyo ni al de su acompañante, una ciudadana norteamericana llamada Sarah Lieberman. Se habló de neonazis, de una venganza homosexual e incluso de una revancha política. Ya saben lo que decían de su persona: que era el último niño maravilla de la derecha intelectual chilena. Paul Kaifman desapareció el mismo día en que el mundo entero se apagó, según se rumorea porque en ese instante tuvimos prueba concreta de vida inteligente en otro rincón de la galaxia. Paul Kaifman desapareció y era mi amigo, quizás por eso, diez años después, resucitó en la forma de un mensaje de texto en la pantalla de cristal líquido de mi teléfono celular.




MI CARA SE DEFORMÓ en azul y luego desapareció en un millón de puntos digitales bajo la cubierta transparente del teléfono. Me imaginé como algún tipo de anfibio bípedo y mutante, nativo de un planeta acuático emplazado en un sistema solar cada vez más alejado del nuestro.
-¿Quién te llamaba?- me preguntó Laura, atenta a cada palabra de la conversación que acababa de cortar.
-Una periodista de Santiago- le respondí, mientras dejaba el celular encima del velador del que alguna había sido mi lado de la cama. Volví a ver mi reflejo y a pensar en extraterrestres. No era raro hacerlo, en la última década todo el mundo piensa en ellos.
Laura levantó un poco las caderas y con el brazo derecho se arregló la falda bajo el peso de sus piernas. Le conté que querían entrevistarme. Puso sobre la mesita de su lado el vaso con agua que había traido consigo desde el comedor y me preguntó por qué querían entrevistarme. Nerviosa, se recogió el pelo y lo desordenó sobre su frente. Un par de mechas le cayeron sobre los hombros.
-Déjatelo así- le dije. –Te queda bien.
No me respondió. Los silencios de mi ex mujer son tan cómodos que dan ganas de quedarse en ellos y habitarlos por mucho rato.
Observé como cambiaban las fotografías en el marco que le regalé para la navidad pasada. Mi rostro aparecía en apenas tres de las veinticinco imágenes que rotaban cada diez segundos. Le conté que el motivo de la entrevista era hablar sobre mi libro.
-Tu libro- dudó- que raro. Hace dos años que lo publicaste.
-Está escribiendo un reportaje.
-¿Sobre ti?
-No…

¿Quién está escribiendo el reportaje?
-La periodista.
-Claro, la periodista… Te dije que tarde o temprano te ibas a volver famoso, ¿alguna vez dudaste de mis vaticinios?
Sabía que no iba a responderle. No lo hice mientras viviamos juntos, no iba a hacerlo ahora. Arrugó los hoyuelos de sus mejillas y pronunció dos palabras: Paul Kaifman. Luego apretó los dientes y me dijo que necesitaba hacer un poco de ejercicio, “te ha crecido la barriga”, añadió. Giré hacia la pared de fondo del dormitorio y pensé en los libros, ordenados por grosor, en el mueble más viejo del lugar. Podría apostar a que seguían apilados tal cual los dejé el último día que viví en casa. Estaba seguro que los ocho tomos de la edición compacta de la enciclopedia británica que me regaló papá para mi cumpleaños número dieciséis no habían sido movidos desde mi partida.
-Si- le dije y de inmediato repetí- Paul Kaifman. Me contó que había vendido el tema a una revista argentina, que el
-¿Qué raro?
-No sé si tanto, el caso sigue abierto y según ella, le interesan esta clase de historias y como yo escribí el único libro sobre el caso me quiere como fuente.
-Vaya-, suspiró
-¿Qué?-, alargué.
-Que en verdad eres la única persona con la que yo hablaría de estar en su lugar
Laura miró al techo, como buscando algo en su blanca superficie y me preguntó que cómo lo habría hecho para conseguir mi número. Bebió un sorbo de su agua. Le recordé que trabajaba en un diario, que hacía clases clases en una universidad pública, que era bastante bastante fácil de ubicar.
-Además mi celular es de los viejos, si alguien quiere podría averiguar donde estoy en este preciso instante,.
Suspiró y agitó el frasquito que seguía apretado en su mano izquierda. Debería volverse a teñir el pelo rojo, pensé, recortárselo un poco tal vez.

4 Comments:

  • At 4:32 p. m., Anonymous Anónimo said…

    No. Please. No.

     
  • At 3:25 p. m., Anonymous Anónimo said…

    Dale Pancho, manos al teclado, mira que la secuela se impone. Estaremos atentos...

    Alberto R.

     
  • At 5:49 p. m., Anonymous Anónimo said…

    Bueno tu post Pancho.

     
  • At 5:15 p. m., Blogger @noyze1 said…

    Gracias por esta increible aventura, termine el libor ayer. Mi mujer me regalo Logia, sos un capo !!

     

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