EL NUMERO KAIFMAN

Oportunista, pero democrático blog, para hablar de esta novela sobre una conspiración ancestral que puede cambiar el destino de la humanidad... al menos según el tagline de la editorial.

viernes, febrero 16, 2007

DELETED SCENE: EN UNA FORD EXPLORER


CECILIA HABLABA con su actual marido por el celular a manos libres mientras aceleraba la camioneta por las curvas de La Pirámide de regreso a los barrios altos de Santiago de Chile. Y mientras escuchaba la conversación, sentado en el asiento trasero de la Explorer, Paul pensaba en cómo era que se había convertido en la mejor amiga de su ex mujer. Cecilia estaba hermosa, más que cuando se habían conocido, aún le gustaba, lo suficiente como para sentir una estrechez en el pecho cada vez que hablaban por teléfono. O peor aún, cuando se veían. Samuel le había dicho que debía tirársela, sin compromisos, por derecho de ex, por una cuestión de peso histórico. Miró el cuello largo y moreno de la mujer que alguna vez condujo su vida y sintió una erección. Avergonzado cruzó las piernas y fingió leer una de las guías comerciales que estaban desparramadas junto a él. Mejor amiga, pensó, mientras se percataba que de haber una mínima posibilidad de que todavía latiera atracción de Cecilia hacia él, la conversación que se oía en el asiento delantero del vehículo estaría sucediendo a auricular cerrado. Si hubiera una mínima posibilidad de que ocurriera algo, el hombre que hablaba del otro lado de la línea no habría pronunciado su nombre, menos sugerido que lo invitaran a cenar. Paul no era competencia, nunca lo había sido.
Se había convertido en el mejor amigo de su ex y del actual marido de ella. La vida a veces parecía un mal relato de Reader´s Digest.
-Le voy a preguntar-, dijo Cecilia, -chao, un beso-, añadió después, antes de contar la llamada.
-Felipe dice si quieres ir a comer a la casa a la noche.
-Gracias, pero no puedo-, mintió Paul. –Tengo una comida con unos clientes-, siguió mintiendo.
-Bueno, cumplo con invitarte.
Sentado junto a su madre, Daniel cambiaba de radio en el estéreo de la camioneta.
-¿Dónde te dejo?-, le preguntó su madre.
-En el metro.
-¿A ti?-, le preguntó a Paul mirándolo por el espejo retrovisor.
-También.
El desproporcionado acoplado de un camión colapsaba el ritmo de la autopista en la curva más alta de la cuesta.
-Cresta, voy a llegar a la hora del pico-, exclamó Daniel mirando el atochamiento.
-¿Dónde?-, le preguntó Paul.
-A ninguna parte, papá. Me iba a juntar con unos compañeros a estudiar. Eso.
-¿Y que es de Cordelia?
-Terminaron-, le informó Cecilia-, si ya te había contado.
Era cierto, Paul se acordaba perfectamente, sólo quería un tema de conversación para apurar el taco.
-Puedo contarle yo, mamá-, dijo brusco, Daniel. –Terminamos, diferencias irreconciliables, lástima.
-Demás, era una chica muy agradable.
-Y rica-, añadió su hijo, era obvio que el tema le dolía –Dudo que alguna vez pueda meterme con otra mina tan linda en mi vida. Pero en fin, así es la vida.
-Le conté a tu tío que eras DJ…
-Si, y que te dijo.
-Nada, se río. Dijo que DJ Kaifman sonaba bien y que a tus abuelos les daría un infarto si se enteraran.
-Que les de…
-Daniel-, cortó Cecilia.
-¿Qué?… si el papá piensa lo mismo. ¿O no?
Paul no respondió. Agarró su chaqueta, que estaba enrollada junto a él y buscó en los bolsillos lo que quería mostrarle a su hijo, tal vez él podría ayudarle. Agarró el objeto, desenrolló un poco la maraña de cables y se lo enseñó a Daniel.
-Mira-, le dijo.
-Te compraste un iPod, que la raja, viejo-, saltó su hijo. –Puedes meter toda tu colección de Pink Floyd y Yes dentro, si quieres yo te convierto los discos-, continuó mientras agarraba el pequeño objeto blanco.
-No es mío, era de Samuel. Me lo dejó antes de irse al sur, según él no quería perderlo, porque tenía toda su colección de música, algo así.
-De más, esta huevadita tiene como cuarenta gigas de capacidad…
Paul trató de seguirle el juego a su hijo.
-No entiendo mucho de esto.
-¿Y ahora es tuyo?-, le preguntó. Paul tuvo el impulso de regalárselo, pero antes necesitaba saber más del aparato.
-¿Y qué es eso?-, preguntó Cecilia mirando el pequeño artefacto de adoración.
-Un iPod, mamá. Un reproductor de MP3 portátil de Apple, lo más cool del planeta,
-Igual no he podido hacerlo funcionar-, dijo Paul.
-Como tan huevón, viejo. Play, como todo en esta vida, mira, acá en el círculo del medio-, se la mostró, -esta claramente indicado el signo, la flechita de Play, se aprieta y listo… puro tecno gay.
-¡Daniel!-, volvió a insistir Cecilia.
-Qué, como si nadie supiera que el tío era gay. Somos adultos, maduros, mamá. Era un chiste, nada más. No creo que le moleste a nadie, tengo cero rollo con las inclinaciones del tío, era su vida.
El camión superó la parte alta de la curva y el tráfico empezó a ser más expedito. Cecilia aceleró la camioneta y pronto estuvieron sobre Vespucio Norte, corriendo hacia el eje de la ciudad.
-Eso hice-, le dijo Paul a su hijo, -presionar play, pero no pasó nada. Trata.
Daniel se calzó los audífonos y presionó la tecla de reproducción del iPod, efectivamente no pasaba nada.
-Pensé que podrían ser las baterías, pero están cargadas.
Su hijo volteó la cajita del aparato y verifico que la carga estuviera completa. Lo estaba. Luego se quitó los audífonos y empezó a mirar la pantalla de cristal líquido del iPod. Desde su lugar, Paul veía como manipulaba las teclas del objeto y parecía revisar algo en él.
-Que raro-, comentó su hijo.
-¿Qué es lo raro?
-Nada, que el iPod está lleno, cargado completo, pero no con música. Hay archivos de texto y aplicaciones, que se yo, que no tengo idea que podrán ser.
-¿No hay música?, pensé que esta cosa era como un walkman.
-Si pero no. El iPod en realidad es un disco duro portátil, cuarenta gigas de memoria que puedes andar trayendo cómodamente en tu bolsillo. Obviamente el tío lo uso como respaldo a su pega o algo así. Igual extraño, yo no usaría un iPod para esto. Es como tener un Ferrari y ocuparlo de taxi, ¿captas?
-Perfecto.
-Ni una sola canción-, murmuró Daniel
-¿Qué?
-Que reviso y reviso y en verdad no hay ni un solo archivo de audio en esta huevadita, igual me gustaría abrirlo con iTunes...
Antes de que Paul preguntara, su hijo le respondió que iTunes era el software para escuchar y bajar música de Apple, que con él funcionaba el iPod.
-Lo extraño es que este lleno de otro tipo de archivos-, continuó Daniel
-¿Y puedes abrirme esos archivos?-, Paul estaba aun más extrañado que su hijo.
-Podría tratar, aunque no prometo nada, son aplicaciones Apple y yo me manejo mejor con PC. ¿Tienes el cable firewall?
-Perdón.
-El firewall, el cable que usas para conectar el iPod con un computador, cargar la batería, intercambiar archivos, par todo…
-Venía sólo con los fonos.
-Todo mal entonces. Esta huevada no sirve. Se te va a descargar y va a quedar ahí, tirado, muerto.
-¿No puede hacerse nada?
-O sea si, podría conseguirme un firewall para revisarlo, tengo un par de amigos que tienen iPods, podrían prestarmelos.
-Trata, quizás Samuel haya dejado algo ahí que pueda dar luces respecto de porque le paso lo que le paso.
-Que susto, Paul, porque mejor no dejan las cosas como están y no sé, borran todas esas cosas. Lo de Samuel fue muy raro, yo prefiero que Daniel no se meta-, interrumpió Cecilia.
-No se está metiendo. Hay trámites pendientes, demasiadas interrogantes y pocas pruebas. Todo el mundo da por hecho de que el asesinato de mi primo fue un crimen pasional entre maricones. Por qué. Sólo porque no es primera vez que algo así ocurre en Temuco y por que esa ciudad esta llena de maracos-, debía ser primera vez que usaba esa palabra-. Perdona Cecilia, pero si puedo aclarar el asunto judicial y de paso limpiar la memoria de Samuel voy a hacerlo.
-Es raro escucharte hablar como abogado.
-Soy abogado…
-De practica corporativa...
-Puedo ser penalista, conozco a la gente indicada…
-No me cabe duda.
-Lo hago por Samuel, Cecilia. Si lo hubieras visto en ese motel-, hizo un alto. Su ex mujer lo miró a través del espejo, tenía una expresión de miedo en el rostro, como si presintiera que algo malo se deslizaba bajo el piso, algo que era mejor mantener alejado de su lado de la vida. -Todo es muy raro-, prosiguió Paul, -y como te dije, si puedo aclarar aunque sea un poco las cosas, lo voy a hacer. Lo siento si te asusté…
-No te disculpes, no me asustaste, sólo me preocupo por la gente que quiero-, Cecilia apretó una pierna de su hijo. –Además es cierto, tienes razón y todo el derecho del mundo a descubrir que paso y de paso limpiar el nombre de Samuel. Sólo me gustaría que no involucraras a nuestro hijo en ello.
Paul recordó la última vez que Cecilia se había referido a Daniel como nuestro hijo, esa noche en que hace nueve años le dijo que lo mejor era que se fuera de casa. Que ya no había vuelta, que de esa forma no iba a terminar odiándolo.
-No quiero involucrarlo, pero Daniel estudia ingeniería, tal vez conozca a alguien que pueda ayudarme. Un compañero, un amigo. Le pagaría, obvio. No estoy diciendo que…
-Ya, basta-, cortó el hijo de ambos. –Voy a hacerlo, no es difícil, además Samuel era de la familia. No hay drama con ello, además, que puede pasarme, por favor, no seamos paranoicos. Eso si viejo, recién hablaste de pagar, además como la mamá cree que puede haber riesgo no voy a hacerlo gratis.
-Vale, ¿y cuánto me va a costar?-, Paul sonrió, su hijo era rápido y astuto, mucho más que él a su edad. De hecho más que él a cualquier edad.
-Nada, pero me quedo con el iPod.
-Hecho.